La joven de las trenzas se separó de sus compañeros y siguió
sola. Le atraía aquel lugar. El mar y el jardín secreto. Le gustaba soñar y se
encontraba en el escenario perfecto. Prefería escuchar los sonidos de la
naturaleza que no el parloteo incesante de sus compañeros.
Se sentó en un banco y cerró los ojos. La sombra de los
árboles bailaba en su rostro. Se dejó llevar. Se sintió la dueña del jardín
olvidado, princesa rescatada de los piratas y justiciera, compañera de Robín.
Hada y bruja. Maga de pócimas florales y elfo saltarín. Incansable hormiga trabajadora y cigarra
cantarina bajo el sol estival…
-Lucrecia, ¿qué haces ahí sola? –El profesor de botánica la
regañó. ¡Vuelve con los demás!
Pero ella ya no podía regresar.
Enhorabuena, que chulo Magda, me alegro que encontrara su merecido lugar entre los mejores.
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