sábado, 2 de junio de 2018

Ser abuela



Cuando digo “mi nieta” se me llena la boca orgullosa de nubes blancas y vaporosas, de tanta ternura que no sé dónde esconderme para que no se me escape esta dicha inmerecida. Y allí está ella, que me llama ¡yaya! para que la acompañe. Y me da la manita, dando saltitos o caminando de puntillas, para bailar o imitar los sonidos que hacen los animales o jugar llena de inocencia con sus cuentos y su cara de pilla y de rizos y esos ojos que te alegran la vida cada vez que te miran. Y no sabes qué hacer con tanta felicidad.