martes, 27 de diciembre de 2011

El horno de "La huerta""



Cuecen el pan a la antigua usanza, con leña. Son hogazas y barras de diferentes tipos: blanco, integral y moreno. Es el único que está abierto a las seis de la mañana y Nicolasa, dueña y encargada del negocio, está presta a preparar bocadillos a los que se van a la montaña y a los que salen a la mar. No así a los jóvenes que regresan de fiesta a comprar la ensaimada del desayuno, antes de volver a sus casas. A este último grupo no lo aprecia nada. Por eso, cuando quieren un bocata se las han de ingeniar para parecer recién levantados, comentando entre ellos las vicisitudes que les esperan en el olivar o en la barca.
Su puerta es el centro de reunión donde se encuentran unos y otros. Allí se saludan con: ¿qué haces, tan pronto te levantas? o ¿a estas horas te acuestas? Y marchan cada cual a sus menesteres.

martes, 20 de diciembre de 2011

Diciembre




Habían caído bolas de naftalina del cielo, Wis se preguntaba cómo era posible que aquel granizo fuera tan perfecto y tan helado. El ruido en el tejado y en los cristales ensordecía cualquier otro sonido aislado. Pero le pareció oír algo extraño en el exterior. Ella desconocía lo que era el miedo. Era valiente y atrevida desde siempre, por eso no le importaba vivir sola y alejada de la aldea. Así que salió a la oscuridad a ver qué pasaba. Una de las ramas del abeto gigante que se hallaba  a la entrada se había quebrado por el azote del viento. ¿Y si ahora una sombra…? -pensó-, pero se rió de su propia ocurrencia. Siempre inventando situaciones al límite de lo humanamente soportable.
Volvió de nuevo al interior de la casa, atizó los leños de la chimenea y continuó escribiendo su relato de terror.

Sin duda alguna, para la que más nos atemoriza de todo el grupo.

Felices fiestas

lunes, 19 de diciembre de 2011

Jolgorio



A su poderosa voz y a su risa se une un constante repiqueteo de fondo de campanillas de todos los abalorios que siempre la acompañan. Pulseras, collares y pendientes de los más vistosos, aunque no necesite adornos. Flores  y destellos de luna, cuando estás a su lado. No le agrada el silencio  ni la soledad, y así la vida se le hace más llevadera: música y color mientras camina por ella.


                                                                                                          Para Mª José

domingo, 18 de diciembre de 2011

La casa de los sueños

                                                                                                                                                         En la bañera / Philip Giordano- Pilipo-

No se sabía a ciencia cierta quién vivía allí, aunque eran muchos sus moradores. Unos días estaba repleta de duendes, princesas y hadas; otros, de oscuros personajes extraídos de enigmáticos cuentos. La mayoría de las veces, eran personas como tú o yo las que buscaban su inspiración en aquel lugar. Una vez recalabas en ella, no la podías abandonar, porque te atrapaba su entramado de historias. Algunas de ellas, por todos conocidas, se transformaban; otras, sencillamente, eran fraguadas allí. La fantasía y la imaginación circulaban libremente por todas sus habitaciones estableciéndose una dinámica corriente inspiradora. Se habían de mantener todas las puertas y  ventanas abiertas, así se apoderaba de ti a su paso. Entonces tu mente ya no dejaba de fabular y los personajes se enzarzaban a dialogar en un torbellino genial. Los amoríos o los celos, la bonhomía o la envidia, la belleza o el misterio se disputaban los temas principales de los relatos. Pero no todo era desasosiego, había momentos de tranquilidad en los que una cálida luz iluminaba las habitaciones, se respiraba paz, una música suave envolvía los sentidos de los creadores y entonces, comenzaban a soñar.

sábado, 17 de diciembre de 2011

El vestuario de Amparo



                                                                                                                  Ligero equipaje / Duy Huynh

Guardaba en el último rincón del cajón de la cómoda sus penas, para que no la persiguiesen por toda la casa; las alegrías estaban cerca y a mano para dejarlas salir  rápidamente y que inundaran las estancias con sus risas y canciones. Los rayos de sol, plegados entre las sábanas blancas, y en el cajón de la ropa interior, sus ganas de sentirse guapa.
Los vestidos y pantalones, colgados de sus perchas y dispuestos siempre a sacarla de un apuro.
Las camisetas, bufandas y jerséis, junto a las bolsitas de olorosas hierbas,  le evocaban la cotidianidad del invierno, su lado amable y cálido.
Los abalorios y trajes de verano la llamaban cada día, queriendo engatusarla con sus luces, brillos y colores para que los sacara de paseo. Desconocían que habrían de permanecer mudos hasta la siguiente temporada.
El cariño, la ternura y el amor, la fantasía e imaginación, bajo su almohada, cerca de su cara, para soñarlos cada madrugada.

Pies quietos!!


 de Puri Sánchez



¡Por fin quietas! Nos quedábamos todas como las  ilustraciones de las estatuas de sal que aparecían en el libro de Historia Sagrada, sin movernos un pelo ni respirar, mirando la pared que teníamos enfrente.
Las que menos suerte tenían eran excluidas a causa de un conato de movimiento descontrolado y regresaban al punto de partida. Nuestra mirada seguía a la jefa del grupo para aseverar o no su decisión eliminatoria. Eran tan solo unos segundos intensísimos en los que apenas teníamos tiempo de pensar quién se vería privada de nuestra futura amistad de patio de recreo de colegio de monjas.

viernes, 16 de diciembre de 2011

"Una auténtica heroína: Sun". Para Asun






Había llevado una vida de película: hija de padres valencianos refugiados de la guerra  civil en Rusia. Allí, dada su habilidad innata para la ingeniería, fue preparada desde muy joven para dedicarse al espionaje. Su especialidad: los sabotajes informáticos, además del virtuosismo con el clarinete. Múltiples maridos y amantes, como toda buena espía que se precie. Su "savoir faire" le había abierto las puertas de los más altos dignatarios políticos y palacios reales. Aunque tras el aura de niña rubia, guapa y etérea, que encandilaba al más poderoso, se escondía una implacable mujer de ideas muy claras.
Tras la caída del muro de Berlín y el final de la guerra fría, dado que ya no necesitaban sus servicios, decidió regresar a la tierra de sus padres, abandonando Londres, ciudad base desde la que había operado durante mucho tiempo. Su nombre “Sun” explicaba el odio que sentía hacia los países fríos, en los que le había tocado vivir y sus ganas de instalarse en un lugar luminoso  y caliente, desde el que pudiera seguir haciendo trabajitos por su cuenta, cuando la ocasión lo requiriese. Su afición a la auténtica porcelana, al té con pastas de las cinco, al bridge, al rosbif  y a los trabajos de patchwork también provenía de su etapa británica. Y la compartía gustosamente en las tertulias a las que invitaba a sus nuevas amigas valencianas: Geli, Eulalia, Lucrecia, y Amparo. A través de ellas y de los diarios, se fue enterando  de los entresijos de la política autonómica valenciana.
Dado que no necesitaba trabajar debido a sus rentas, Sun decidió distraerse con lo que mejor sabía hacer: el entramado informático. Era una hacker de la antigua escuela, de cuando aún no se había inventado dicha palabreja. Ningún secreto estaba a buen recaudo ante su privilegiada mente.
De una manera totalmente inusual fueron saliendo a la luz pública: las facturas de los manidos trajes del presidente Camps y sus abusos de poder, los negocios del expresidente  Fabra y, a día de hoy, los montajes de la empresa Noós y tantos otros… Nadie podía entender que todos aquellos archivos infranqueables aparecieran liberados en correos anónimos en la Dirección General de Seguridad y en las redacciones de los principales periódicos. Los responsables policiales de delitos informáticos y financieros no conseguían rastrear su origen. Sun disfrutaba con sus pequeñas perversidades, la revitalizaban y la hacían sentir importante; además -pensaba- todos ellos se lo merecían.
Pero aquí no acaba la historia, por desgracia, Sun tendría que seguir combatiendo y mucho hasta  eliminar definitivamente la corrupción de la política valenciana y estatal.  
Pero eso lo contaremos en  entregas sucesivas


* N.A.


Tal vez la trama histórica no coincida en tiempo real con la edad que se supone que tiene la protagonista, pero quien haya leído "Dime quién eres" se dará cuenta de esos desfases entre tiempo real e histórico.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Carmen, la cantaora




Se sabe todas las coplas de su Andalucía natal, es de Graná, y pasa las tres horas que dura la limpieza de mi casa cantando, reiterativamente, desde hace años, una y otra vez, los mismos temas. Su repertorio no es muy amplio. Empieza siempre con La  bien pagá. 
Cuando yo llego las paredes exhalan alegrías y penas que se han quedado impregnadas en ellas. Entonces abro las ventanas de par en par.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Sueños de arena




Mi hermana Eva es una soñadora impenitente. Ya de pequeña mis padres  le prohibieron ir al cine porque se creía todo lo que veía. Sabíamos que tenía algo flojo en su cabeza, pero en aquella época no se le dio mayor importancia. De jovencita, seguía soñando. Más de una vez he tenido que ir a buscarla a los lugares más recónditos del planeta porque no quería regresar a casa. La última vez, el percance fue en la India y ya estaba casada con un hindú, cuando llegué yo a recogerla.  
Todos pensamos que había superado esa tendencia ensoñadora cuando tuvo a sus niñas. Creímos que se había vuelto una persona cabal y responsable. De hecho, ya no sentía el impulso de dejarlo todo.
Ahora sus hijas han crecido y hará cosa de un mes me llamó mi sobrina mayor para decirme que no había regresado de su periplo por el desierto del Sahara.
Yo sí la he encontrado, siempre sé seguir su rastro cual un explorador. Conozco sus gustos y motivaciones porque son los míos. Tocamos los tambores, danzamos y aprendemos a entonar la tebraa. No ha hecho falta que me convenciera, me quedo aquí con ella, en el Atlas, junto a la gran duna, tras las huellas de los míticos hombres azules. 




jueves, 1 de diciembre de 2011

Una noche como otra cualquiera


Evaristo vivía solo desde que había fallecido su madre. Era un hombre metódico, amante del silencio y concentrado en su trabajo. Y gris como los trajes que le acompañaban a diario a la oficina de patentes donde ejercía de contable. Jamás se permitía un capricho y nunca se saltaba las normas de su gris existencia.
Aquella noche cuando regresaba a casa, su rutina se vio trastocada al sentirse asediado por tres niños pequeños, que armados de zambombas, panderetas y matracas le deseaban una feliz Nochebuena. No supo cómo reaccionar e intentó huir a grandes zancadas de semejante bullicio diabólico. Pero los críos lo siguieron por el descampado que le separaba de la finca de pisos donde vivía. Era una zona de futura construcción, Corea, la llamaban. La conocía bien y no solía pasar por allí, la evitaba para no ensuciarse de tierra los zapatos.
Evaristo, solo de nuevo, abrió la puerta de su casa,  sacó lustre a su calzado, cepilló su traje gris, y se lavó las manos como otra noche cualquiera; aunque seguía oyendo en su interior el griterío de los pequeños desde lo hondo del pozo.

Navidad en Deià



Mi amiga Francisca era una persona sencilla y bondadosa, además de una excelente maestra, pedagoga y cocinera. Su peculiar mezcla de aborigen isleña -fue la última habitante de la isla de Cabrera- y neoyorkina de adopción, puesto que había vivido muchos años en dicha ciudad,  hacía de ella una adelantada a su época. 
Como gran defensora de la no violencia y pacifista convencida, imprimía a todo su quehacer diario una pátina que nos encandilaba y sorprendía. Su gran afición era la naturaleza y siempre andaba de paseo por las montañas, durmiendo bajo las estrellas las noches de verano. Ella me enseñó, entre tantas otras cosas, a querer esta tierra y sus paisajes. Me adoptó como hija cuando llegué a la isla y para mí siempre fue más que una gran amiga, confidente y compañera.
En su casa de Deià se reunían a cenar en Nochebuena, a parte de toda su familia,  algunas de las personas que se encontraran solas en esas fechas y que ella, por supuesto, conociera. Siempre me sorprendía ver cómo individuos tan diferentes y que tan poco tenían en común como una maestra, un pintor, un carpintero, un poeta o un campesino pudieran encajar como las piezas de un puzle, departiendo en un festejo inolvidable alrededor de una buena mesa. Los dulces tradicionales que ella misma preparaba y los platos novedosos con que siempre nos agasajaba constituían un auténtico regalo para nuestros paladares y contribuían a que todos nos sintiéramos en familia, aunque nuestras procedencias fueran tan dispares y lejanas.  Las lenguas que se hablaban y superponían –inglés, mallorquín y castellano–,  así como los temas de charla comunes -libros, política, cultivo de la tierra o cualquier otra intrascendencia- ofrecían un amplio abanico de posibilidades para que nadie se sintiera marginado y para que siempre, siempre, fueran unas veladas muy originales y animadas.

Sin duda con ella murió lo que para mí era la bonhomía y la magia de la navidad: el deseo de compartir con los demás lo mejor de nosotros mismos.