jueves, 25 de abril de 2013
UNA VIDA, un viaje
Ya había alcanzado esa edad en la que nadie se fijaba en ella y se sentía transparente. La vio en un escaparate, iluminada desde su interior. Su color oro pálido y resplandeciente al mismo tiempo, le evocaban las arenas del desierto. La compró y la instaló en su mesa de trabajo, junto a los recuerdos más queridos. El azul de los océanos la transportaba a viajes surcados por embarcaciones a vela y mares llenos de aventuras. Rodaba la bola y su dedo índice se desplazaba por lugares remotos. Ahora sí empezaban de verdad sus sueños en solitario.
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