Tal vez no tuviera un buen sillón en su niñez -esa etapa tan
decisiva y que nadie nos revela en su momento- o tal vez creyera que sus
amistades se ampliarían si se sentían o sentaban más cómodas, aunque tampoco se le
conoce ninguna; la cuestión es que así como algunas personas padecen el
síndrome de Diógenes, el sujeto que nos ocupa atesoraba sofás, únicamente sofás.
De los pequeños pufs de sus inicios pasó a los modulares y a las gigantescas
chaises longues. Cada vez que alguien decidía cambiar de tresillo, él se
ocupaba de llevarse el antiguo rápidamente. No le importaba el peso, el
montaje, ni la carga y descarga, ya que siempre lo hacía feliz y contento. Los
clasificaba por modelo y color y ocupaban todas las estancias de su domicilio.
No había más muebles porque no cabían, así que en ellos comía, leía, escribía, soñaba, se
vestía, se desnudaba y dormía. Si su
cabeza está rellena de miraguano, plumón o gomaespuma aún lo desconocemos, pero el día que
llegó a nuestro centro, tan desnudo de muebles y aséptico, no quiso permanecer
en su dormitorio sino que estuvo todo el tiempo cambiando de asiento, nervioso e irascible. Apostamos por una nueva patología a la vista de su protocolo: el síndrome comodón-compulsivo.
viernes, 23 de agosto de 2013
domingo, 18 de agosto de 2013
GALLINA VAA!!!!!!!
Soy la encargada de dar de comer a las gallinas de mis amigos que andan de viaje por el mundo; ellos, ya que las susodichas solo viajan por el huerto. Nunca pensé cuando gustosamente me ofrecí, que semejante tarea engendraría tan alto riesgo. En cuanto entro en el corral les echo -para que se entretengan y vayan picoteando- los desperdicios que les llevo, ya que son unas grandes recicladoras, y todo les gusta, que eso sí lo tienen. Pero ellas hacen caso omiso de mis buenas intenciones y huyen despavoridas a la casita que tienen con sus cestos y sus palos para colocarse, es decir, a lo que sería el estricto gallinero-dormitorio. Allí se encuentran los sacos de pienso, la tolva que yo debo rellenar y otros útiles cuyo nombre desconozco. Y ahí empiezan mis infortunios. Excuso decir que el lugar es muy pequeño y que a ellas les encanta estar allí arriba arracimadas en sus diferentes estanterías. Pues bien, a la que intento asomarme para estirar el brazo hasta los ponederos, ellas salen volando como proyectiles hacia la salida, que es mi entrada, por encima de mi cabeza, muertas de miedo. ¡Tontas más que tontas! -les grito yo que también estoy muerta del susto y no controlo si las gallinas lo olfatean y van a venir tooodas juntas a picarme. Y salgo de allí con los pelos de punta y sucios por algunos de sus excrementos voladores. Y cada día la misma canción. No aprendemos.
domingo, 4 de agosto de 2013
Una vida llena de luz
Para Pere e Inma con todo mi cariño
Había una vez una pequeña partícula solar inquieta, rebelde y aventurera,
que desoyendo los consejos de su extensa familia, partió a conocer el ancho
mundo. La galaxia es inmensa -pensaba ella. País Vasco, Zaragoza y Madrid ya los
tenía demasiado vistos, así que decidió probar fortuna en Londres. Pero allí
llegó a aburrirse mucho porque apenas tenía trabajo y ella necesitaba acción y
movimiento. Un día llegó a la isla de Mallorca y le encantó el lugar ya
que podía resplandecer cada jornada.
Conoció a un impresionante astro aborigen que la deslumbró con su presencia. La
química produjo su reacción: estallidos de colores en sus miradas y remolinos
de burbujas celestes en sus roces.
Comprendió inmediatamente que había encontrado su destino y se quedó a vivir en un
trocito de paraíso llamado Sóller. Fruto de aquella gran explosión de energía y
amor nació una estrella que les alumbró su camino. Desde entonces han pasado veinticinco años y la luz que ilumina sus vidas se ha expandido generosamente hacia todos los que les rodean, como un auténtico
torbellino de cariño, risas e ilusiones.
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