miércoles, 22 de diciembre de 2021
Al cañaveral espeso
lunes, 22 de noviembre de 2021
AMORES DESEQUILIBRADOS
Me
levanto despacio, sin apenas ruido, y ahí está él, aguardando para desearme un
buen día y preguntarme cualquier cosa intrascendente. Se siente perdido si yo
no estoy. No maneja el teléfono y leer le cuesta mucho. No coge el ascensor ni
va a tirar la basura. Las pequeñas tareas, ahora, le resultan obstáculos
insalvables. Las palabras no le salen, pero me explica que lleva mucho tiempo
despierto. Siempre le contesto que se duerme demasiado pronto en el sillón. Le doy un beso y empiezo una cantinela o una
rima para que la complete con la palabra que omito: «Estaba la pájara…,
sentadita en el verde…, con el pico picaba…»
«Dónde vas tú tan bonito...»
Voy
hacia la cocina. Me sigue. Continúo con mis retahílas imparables más antiguas
que la Tana. Se viene detrás a preparar su desayuno a mi lado, en mi compañía,
y me pregunto por qué no lo hará antes, mientras yo duermo. No. Me espera y así
el ruido que organiza se convierte en mi banda sonora matutina. Empezamos bien
el día. Ya sé que se siente inseguro. Por la mañana no soy la alegría de la
huerta ni la compañía más cariñosa, aunque me río por los dos, de él y de mí,
de mis cantinelas, a las que me agarro como si fueran pócimas mágicas, pero que
no solucionan nada. Solo taladran el silencio.
Pienso
que poca gente habla de las enfermedades mentales, están mal vistas socialmente,
avergüenzan y se ocultan. Es un gran error. Hay que sacarlas a la luz,
reivindicar que nos ofrezcan ayuda. No los neurólogos, que en definitiva te
vienen a decir que no hay fármaco que cure el Alzheimer, sino la sanidad
pública, que proporcione terapias y cuidados, que nos apoye.
Vuelvo
a mis rimas de toda la vida para que ejercite su memoria, intento que la
enfermedad no avance a pasos de gigante.
Necesita
que le organice el día, que se lo verbalice. Como si no hiciéramos siempre lo
mismo o casi parecido. Crear rutinas es lo más importante. Día
tras día.
«A la era, verdadera...»
A
la era, después de su siesta, por la tarde, cuando me pide ayuda para las
tareas: lectura en voz alta, sopa de letras, autodefinidos o simples
pasatiempos que no hace si no me pongo yo con él.
Al
momento me distraigo un poco y empiezo a cantar, él me sigue, lo hacemos juntos
y nos reímos. Siempre he creído en los beneficios de la risoterapia.
Luego
lee en voz alta, le corrijo las palabras mal dichas. Me canso. Necesito estar sola
y escribir. Inventarme otras vidas. Soñaba con una jubilación tranquila, con
tiempo para nosotros. Poder envejecer dignamente, cuidar de las nietas, viajar,
leer. Todo se ha venido abajo. A veces fabulo con que vuelvo ansiosa al tabaco
y que me despido diciendo que voy a la esquina a comprarlo, que no me queda… Y ya
no regreso jamás. No fumo. Me esfumo. Esa puesta en escena, de tan repetida en
mi imaginación, me resulta cómica. Luego ya me ocuparía de llamar a mis hijos y
de decirles que estoy en una isla desierta, que no me busquen. Y me río sola de
pensar en el careto que se les pondría.
Sé
que el deterioro cognitivo es imparable y la cariñoterapia no es suficiente.
«Pim, pam, pum, fuera...»
Me
pregunta cien veces por el nombre de sus hijos. Yo le respondo otras cien, sin
descanso. No sé si estoy preparada para lo que se me avecina, sobre todo porque
no controlo esta nueva situación. Aprendemos día a día con la sencilla regla de
si esto funciona, va bien. Prueba y error.
Se despierta por la noche y está desorientado.
Viene a buscarme con cualquier excusa, me llama, me levanto. Enciende las
luces, se mete en otras habitaciones o se hace pis en el pasillo porque no
encuentra el baño, que lo tiene justo al lado. La pasada noche limpiaba con
papel el suelo del descansillo. Le he acompañado de vuelta a la cama y he
apagado las luces. Cuando le pregunto, no recuerda qué ha pasado. Se le ha
escapado como se le escapa la mente de manera involuntaria. Se va volando y se
queda triste, sin entender nada. Es otra persona.
Con
la fiebre, el deterioro se agrava y sufre alucinaciones; habla a seres
imaginarios y cree, en serio, que atentan contra él. Cuando estuvo ingresado en
el hospital, tuvieron que intervenir los vigilantes de seguridad cada vez que le
iban a hacer alguna prueba y no se dejaba. Él, después, agradecía muy
amablemente a la escolta que lo había acompañado hasta la habitación, les daba
la mano y les pedía disculpas. Parecía el presidente de alguna república
bananera, en pijama azul Insalud, con tanto saludo. Yo, atónita,
escuchaba a la enfermera que me contaba cómo se había negado a colaborar con la
prueba requerida. Lo tuvieron que atar a la cama por las noches, porque saludaba
educadamente a la enfermera de turno y cuando su cabeza aleteaba, salía de la
habitación y se marchaba como un pajarito.
Luego,
me narraba, de aquellas maneras, una auténtica película de acción donde los
malos, siempre de uniforme sanitario, le perseguían y le querían hacer algo
terrible, como sacarle sangre o un TAC o una radiografía, pero él se defendía a
patadas y codazos. No se quedaba atrás para nada. ¡Qué se habían pensado! Los
peores de todos, según él, eran los celadores, que lo llevaban en la silla de
ruedas a toda velocidad y lo querían sacar de allí para secuestrarlo. Y yo me
río siempre, siempre que puedo.
Ahora
el que fabula constantemente es él, y sin mi permiso. Tendré que escribir todos
sus cuentos y su imaginario, que ya es mío.
De
todas maneras, cada día es un buen día.
******************
Este
cuento es para todas aquellas mujeres invisibles, compañeras y cuidadoras, abuelas
y madres, que no tienen una habitación propia, porque dedican todo su empeño a
crear un mundo mejor.
miércoles, 31 de marzo de 2021
Asturies 2. Nietas.
Aún no documenteme suficiente sobre el tema del bebercio alcohólico y acerca de escanciar los culines de sidrina, así que charlaremos de otras curiosidades. Hoy por fin, compreme un chubasquero, que se dice igual aquí que en todas partes, para el orbayu, ese chirimiri que anda desde buena mañana dando morcilla y no precisamente asturiana. Justo, en este preciso momento, se cuecen unas lentejas con chorizo de proximidad, que da gloria el ambiente y aroma que crean en esta desangelada casa. Caminamos cada día por la senda costera del Cervigón, que a mí prestame la vida y mirar el mar me ensancha el horizonte o el alma, que una ya no sabe qué tiene. Como con Loren hablo poco, me dedico a las tiendas y me compro lo que necesito, en este caso, un chubasquero y le doy palique a la vendedora, que siempre están más que dispuestas a la cháchara. Me cuentan que como el ambiente es tan tristón por el tiempo que hace, mayormente gris, ellas lo alegran con su simpatía, para equilibrar un poco, vaya. Menos mal que los dislates de Loren los convertimos en chiste y nos reímos. Hoy en el paseo me dice que le duele la rodilla inglesa, todo serio, y yo: ¿Qué dices? –alarmada–. Que sí, mujer, la rodilla derecha y la inglesa. Al final nos reímos ambos de sus ocurrencias o cambios de palabras. Porque préstamos lingüísticos no son. Me deja pensativa con esto de las permutas del idioma, las alteraciones lingüísticas y el deterioro cognitivo y al rato me comenta, de nuevo, mientras seguimos caminando por la senda, que las mujeres libias que ve son muy guapas y deportistas. A mí ya se me ponen los ojos a cuadros y los pelos de punta, miro alrededor y le contesto: pues yo no veo ninguna. Como si supiera diferenciarlas si pasaran a mi lado. No atino tanto con las personas y menos, embozadas como vamos todas. ¿No querrás decir asiáticas o de Oriente próximo? –Le replico–, aunque yo tampoco las veo. Me doy cuenta de que duda y ya la hemos liado. Al final, las señoras que dice, ahora de rasgos venezolanos, deduzco que eran latinas y si son tan guapas y deportistas, como él afirma, es porque deben ser las mujeres de los paisanus, que como han corrido tanto mundo, casáronse y formaron matrimonios mixtos. De esta manera concluyo la discusión surrealista sobre el tema para no estirarlo y preocuparnos más de la cuenta. Y así seguimos, inventando historias para configurar y entender el mundo que creemos que nos rodea. Besines.
Gijón/Xixón
Asturies 1. Nietas. Confinamiento perimetral.
Gijón. Marzo 2021
domingo, 21 de febrero de 2021
Distopías y transformaciones
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Sin apenas darnos cuenta nuestro pequeño mundo se va cerrando sobre nosotros y vivimos prisioneros cada uno en su burbuja. No salimos ni quedamos con los amigos, no charlamos ni nos acercamos a nadie. No nos tocamos. Las palabras se nos olvidan por no usarlas. Las cifras de muertos se siguen disparando en oleadas. Nos olvidamos de viajar y nos imaginamos las sonrisas porque no conseguimos verlas. Estamos vivos, tenemos suerte.
Ya pronto se cumplirá un año desde que empezó esta pesadilla que ha cambiado nuestra manera de ver el mundo y nuestra vida y seguimos sin acostumbrarnos. Cuando no esperamos nada, nos quedan los sueños, la ficción para combatir el miedo y la triste realidad. Los deseos de volver, la nostalgia por regresar a la vida como era antes siguen manteniendo nuestra ilusión. Tendremos que aprender a abrazar, dar besos y acariciar. Necesitaremos saber manifestar nuestros sentimientos y emociones. Hemos olvidado, durante este tiempo de distopías, cómo hacerlo.
miércoles, 17 de febrero de 2021
Para Eva, mi hermana, de corazón.
El viento de la vida
sigue soplando. Ahora con más fuerza que nunca.
Mándanos
abrazos de arena y mar, de volcanes y desiertos, de laurisilvas con aromas a
bosques mágicos, encantados y antiguos.
Océanos
infinitos y alisios fuertes, siempre
constantes, te acompañarán en tu viaje. Navega como Ulises contra viento y
marea. Canta. Sueña. Medita. No te apresures.
Visita
la Anaga, donde habla la Madre Tierra y escucha el susurro de las hojas de la
sabina bañadas por el viento y el mar. Atiende a sus leyendas. Reposa bajo el
árbol milenario: el Drago, que te ofrecerá su protección mientras dure el
camino.
Respirarás
paz y regresarás cambiada.
Buen
viaje, aventurera, inicias la ruta más importante de la vida: los sesenta. Que
sea una travesía larga, llena de alegría, de fuerza y de ternura.
Las
que te queremos, ya sabes, te acompañaremos siempre.
https://lacosmopolilla.com/anaga-el-bosque-de-laurisilva-de-tenerife/
https://www.webtenerife.com/que-visitar/otros-espacios-naturales/
domingo, 7 de febrero de 2021
Tus abuelos: mandarinas y caramelos
Tienes una carita redonda, de luna bien llena. Tu abuela se asoma y reconoce en ti a sus hijos cuando eran pequeños, y a sus nietos, también bebés. Se estremece feliz hasta la médula. Eres la continuidad familiar, el eslabón más pequeño. Solo te mira y se le ilumina la cara. Te cuenta historias y te canta todo el rato y no se le despinta jamás la sonrisa. Tú te ríes siempre con ella. Es camaleónica, unas veces parece un gato, de tremendos ojos, otras un cocodrilo o un forzudo orangután. No conoces aún tantos animales, pero te encantan los movimientos que hace con su cuerpo y sus voces diferentes y sorpresivas. Es una saltimbanqui. Te gusta mucho que el abuelo aplauda la actuación. Los miras a ambos y te lo pasas tan bien que no puedes parar de carcajearte. Te encanta estar con ellos. Los brazos de tu abuelo, a la hora de acunarte, son tan cómodos y blanditos como una mecedora. Te agarra y se te cierran los ojos enseguida que se inicia el suave balanceo. No puedes mantenerlos abiertos y los apagas como si fueran dos estrellas a la luz del día. Ya sabes que es un hipnotizador y un mago, estás convencida de ello. Te inunda su olor a montaña, a árboles, a campo. Te invita a soñar. Y tú, sin darte cuenta, eres tan dulce que hueles a almendras garrapiñadas y mantecadas. Te comerían a besos. Sueñas y cantas tonadillas infantiles y el mundo es mejor, lleno de flores, colores, arco iris, nubes de algodón y pájaros. Y la ilusión de tus abuelos, su alegría y el aroma a azúcar caramelizado se extienden por toda la casa mientras tú descansas.
Para
la pequeña Carmen
miércoles, 3 de febrero de 2021
Florecilla silvestre
–Pero... ¿sales así? ¿No te cambias? –le preguntaba yo atónita.
–¿Es que no te gusto, Mari?
–¡Cómo
no me vas a gustar, anda, qué cosas tienes! –le contestaba, agarrándola del
brazo como buenas amigas. Eres muy moderna y extravagante. ¡Vas divina!
Yo
alucinaba colorines con ella. Tal vez se reflejaban en mí todos los que ella
llevaba encima. Me alegrabas la vida.
Te
echo de menos, amiga.
martes, 19 de enero de 2021
Paisajes
Me asomo a la ventana.
Estoy triste, desanimada,
y miro por ella.
Sin darme cuenta,
empieza la magia.
La cocina se llena
de aromas de naranja y limón.
Oigo el rumor del agua
que salta por las piedras del cauce:
son los torrentes.
Escucho el trino de los pájaros
que, de árbol en árbol,
entra por ella.
Mis ojos tropiezan
y se quedan secuestrados
en lo alto de la montaña.
Como un gran águila vuelan
y sobrevuelan esas historias funestas,
cotidianas, de constantes desvelos.
Me embeleso.
Fantaseo y sueño.
La naturaleza me abraza.
Ya he olvidado la comida
que tengo en el fuego.
Y respiro feliz de saberme
tan cándida y despistada.
¡Qué gran suerte tengo
con esta ventana!