Intento mimetizarme con el asturianu
y hoy he comprado picadillu, que ye lo más de lo más popular por estos lares. No os voy a explicar en qué consiste, porque tampoco lo sé muy bien, algo así
como la carne picada del chorizo, su interior, vaya, pero en masa exterior al
aire libre. El carnicero ya me ha explicado cómo y con qué prepararlo, que son
bien simpáticos todos, y se enrollan mucho. A mí me encanta que me den charla,
porque Loren no me da mucho juego en lo de conversar, aunque les entiendo poco
si hablan tan rápido, así que me pueden vender lo que quieran, hasta una vaca
de sus praos, si les da la gana.
Bueno, el picadillo, para los macarrones
o con verdura, como un aderezo más. No podemos estar todo el día comiendo en
sidrerías de menú con esas perolas de fabes
que te ponen que son inacabables. A ver qué os pensáis. Nos cuidamos. Hoy he
comprado filetes de marrajo, o sea tiburón. En esta tierra los pescados son
todos a lo grande: bonito, bacalao, merluza de gran tamaño. También he probado
los ericios de aquí, delicioso manjar,
los bollus preñaus, que venden en
cualquier panadería y el Afuega´l Pitu, queso
bien picante. Y ya he preparado fabes verdines
con almejas. Hoy ha salido el sol y el mar estaba tranquilo, así que me he
paseado en mangas de camisa como una buena maizona.
Los lugareños son muy cariñosos con
los perros y los llevan de paseo a la arena de la playa, que está llena de
canes con sus respectivos amos. Ellos son los destinatarios de todos los
carteles municipales, que yo siempre leo por si acaso el aviso fuera conmigo,
como buena pardilla que soy, pero no. Son los que más la disfrutan hasta que
sube la marea y los bichos se bañan y no le tienen miedo al agua. Curiosidades
de la vida y de los viajes. Como Manolo, el paisanu
tan simpático, que conocí ayer. Vive solo con su perro, por eso necesitaba una
casa con terraza y se compró un ático más lejos de la playa de San Lorenzo y
del paseo. Se mudó y vende su piso, que es un edificio singular catalogado, de
fachada bicolor con mirador y gran reconocimiento urbanístico. Subí con él,
cómo me lo iba a perder, y me lo enseñó, porque yo estaba enamorada y por eso
le pregunté en la puerta de su casa y dio la casualidad de que él era quién lo
vendía. Pero claro, una no se va a comprar un pisito por mucha fachada
modernista y mirador que tenga, porque, además, mira siempre al Norte y jamás
le da el sol. También, ya puesta en el papel, me interesé por las humedades que
tenía el parqué del pasillo y me dijo que eso había sido su perrín. Una no vive en el zaguán de la
vivienda con esos azulejos con cenefas de flores, no, por mucho que le presten. Ni en la calle contemplando la bonita
fachada. A una le encanta, sí, y no le importaría tener una casa cerca del mar
Cantábrico, que esa es otra, siempre está furioso y ventoso, que no es lo que
entendemos nosotros, los mediterráneos, por brisa refrescante, no. Es un
auténtico vendaval. Eolo no desfallece nunca. El paisaje que lo acompaña sí que
es un auténtico bien cultural. Ya os lo contaré, si puedo moverme. Y ya sabéis
el dicho: “Asturies ye España y el resto, tierra conquistada”. ¡Arriba Pelayo!
Gijón. Marzo 2021
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