miércoles, 15 de octubre de 2025

De tiranías y edades


Una piensa que llegada a una edad ya lo ha visto casi todo, o que sabe bastante de algunas cosas y… no, no es cierto para nada, puesto que desconocemos los avatares de la edad que atravesamos hasta que estamos bien metidos  en ella.

Es verdad que nos sorprenden a diario los derroteros del mundo en el que vivimos, pero la máxima sorpresa es la que nos afecta a nuestra vida en minúscula y una de ellas es que: EL FISIOTERAPEUTA TE ACOMPAÑARÁ HASTA EL FINAL DE TUS DÍAS. 

Así en mayúsculas, porque el tema es fuerte si tienes malísimamente mal los huesos, cosa que suele ocurrir en esta edades: rodillas, caderas, articulaciones que ni sabías que tenías…

Así que si habías obviado el psicoanálisis o la psicóloga de cabecera a lo largo de tu vida porque no iba contigo, el ejercicio con el fisio no se lo salta nadie, y este se convierte en tu compañero de fatigas, nunca mejor dicho. 

Ejercicios de fuerza, de movilidad y de refuerzo muscular para evitar un deterioro mayor y evitar intervenciones y prótesis a toda costa. 

Así que ya puestos a la faena, decides matar dos pájaros de un tiro y al fisio le cuentas tu vida y le comes la oreja, al tiempo que él te corrige posturas y te pone más peso en la máquina a ver si cierras el pico de una vez.  

Y entonces va y te dice tu hijo, que es el ideólogo de todo esto: “mamá si no callas es que no te cuesta”. 

Y tú ya te estás arrepintiendo de  haberle comentado que a tu fisio, tan majo, le gusta mucho escucharte. Y les dices a ambos que le echas mucho énfasis y entusiasmo para que te dejen tranquila.

Y es que resulta que en estas edades nuestros hijos se convierten en nuestros padres. El fisio le pasa a mi hijo el resumen de actividades y la valoración de mi esfuerzo como en el cole.

Así que de una tiranía caemos de nuevo en otra.


Dedicat a Adrià Pereira, el meu fisio inspirador



Lisandro Rota, artista

viernes, 26 de septiembre de 2025

Lo hacemos entre todas


Ilustración del libro Aquagim de Marina Sáez



Aquagym, aquafitness y no sé cuántos nombres más reciben los movimientos que se realizan en la piscina dentro del agua, claro.

En las clases de la piscina universitaria de la UIB, no somos universitarias precisamente, somos mayoritariamente mujeres, entre veinticinco y treinta por grupo y todas pintamos canas, aunque con el gorrito obligatorio no se nos ve el pelo.  

El agua nos cubre por completo y no tocamos el fondo, por eso algunas realizan las actividades con un flotador de cinturón, que permite que nuestros ojos sigan a la monitora, que es la única que permanece afuera, y que los susodichos no se introduzcan en el agua, pues veríamos muy poco y no podríamos seguirla. 

Al no tocar con los pies el fondo nuestras articulaciones no reciben impacto. Y eso es fundamental para los ejercicios de piernas que realizamos en estas edades. Estamos todo el rato pegando patadas y coces adelante y atrás, con ritmo y con cuidado de no enviar una de ellas a nuestras compañeras más próximas.  También hacemos tijeras y tijeretas y levantamos marejadas. 

Hay que decir que al ver únicamente las cabezas de colores de las compañeras no hay competitividad ni ansias por hacerlo mejor que nadie, puesto que no sabemos qué hace cada cuál por abajo,  bastante tenemos con intentar seguir a la monitora sin tragarnos toda el agua que se desplaza. Además de piernas, trabajamos también brazos, dando puñetazos y collejas al medio en el que estamos inmersas, a diestro y siniestro, a un lado y a otro, con ritmo y música. La música, ni la oímos con tanta concentración y esfuerzo. El ritmo, el que buenamente se puede.

El día que viene Ángel, profesor de baile con mucha música, nos lo pasamos genial arreando las patadas al ritmo del "sufre mamón" o del "Marcapasos" de Marta, que no veas cómo acaban ambos.

Lo peor llega cuando, acabada la clase, hay que salir por esas escalas de barco pensadas únicamente para hacernos patinar y que nos resbalen manos y pies, imposibilitando el ascenso. Es justo en ese momento cuando decides hacer unos largos por tu cuenta, para que tus compas no te vean subirlas como una lapa de escalón a escalón. 

Después  de la ducha incómoda y colectiva llega el momento del secado y del vestuario, donde las más intrépidas explican todas las enfermedades habidas y por haber que  padecemos en razón de la edad, y la milagrosa terapia que efectuamos en la piscina. 

Así que si antes se confiaba en la iglesia y en sus rezos,  ahora el agua es nuestra diosa.  

Aunque eso sí, el ejercicio lo hacemos entre todas.



Imagen de Lisandro Rota, artista




domingo, 14 de septiembre de 2025

Mis mujeres


Las mujeres que quiero, mis amigas, tenemos sesenta y setenta años, somos una generación de mujeres fuertes y luchadoras, salimos a la calle a combatir la dictadura, y cuando éramos pequeñas lo hicimos contra las normas del momento, en casa y en el colegio de esa España franquista de misa y rosario diario.

Aún no entendíamos qué pasaba, pero lo aprendimos rápido. Estudiamos carreras, salimos afuera, viajamos, leíamos y valorábamos la libertad y la independencia económica por encima de todo. Algunas nos casamos, otras nos arrejuntamos, trabajamos de enfermeras, médicas, informáticas, maestras o como comerciales. Algunas tuvimos hijos y hubimos de "conciliar", como se dice ahora. 

Mis amigas y yo estamos agradecidas a la vida y a la historia por no haber vivido la guerra civil como nuestros padres y haber tenido una buena vida. 

Somos las hijas de los 50, una generación de mujeres libres e independientes.  Algunas se fueron antes de hora por el camino y las seguimos llevando con nosotras.

Las que quedamos, ahora somos abuelas, y nos toca lidiar con nuestras  enfermedades y las dependencias de nuestros compañeros. Somos mujeres sensibles y duras por dentro. Y quiero que sirva de homenaje estas palabras porque estamos poco reconocidas, servimos para un roto y un descosido, lo mismo tejemos unos patucos que nos conectamos a Internet, leemos y luchamos por una Palestina libre. 

No nos gustan las residencias donde se aparcan a las viejas como nosotras y seguimos reivindicando otras formas de convivencia en la vejez.

¡MUCHA SALUD A TODAS!