lunes, 17 de agosto de 2015

A la sombra del magnolio


Hacía mucho calor aquel verano y ya no podíamos viajar como antes. Tú estabas perdido, sin ganas de nada, y yo te cuidaba. Abrí puertas y ventanas y me senté en el suelo a mirar los viejos álbumes de fotografías. La brisa marina entró por el balcón de casa  mientras buceábamos en las aguas de coral del mar de Andamán. Un aroma a noodles callejeros nos abrió el apetito y  el mismo sentimiento de admiración y respeto nos seguía acompañando por los templos de Angkor. Estabas fatigado. Te acomodé bajo la sombra de un gran árbol,  ¿un magnolio? Para que finalmente pudieras reposar.

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