martes, 15 de octubre de 2013

El arte de cruzar las calles en Vietnam en RELATOS DE VIAJERAS



Parece que según las estadísticas Ho Chi Min city tiene siete millones de habitantes, de los que cuatro millones y medio circulan en motocicleta. Estas tienen en algunas calles, carriles exclusivamente destinados a ellas. Pero lo normal es que estén por todas partes, e incluso cuando hay atasco se suben en las aceras. Saigón es una ciudad tomada literalmente por las motos. Hay una moto por cabeza y está dentro de lo corriente que las aparquen en el interior de las casas, entre las mesas de los bares etc. La cuestión es que atravesar la calle, cuando apenas hay peatones que se atrevan, ya que todo el mundo va en moto (excepto cuatro turistas pardillos como nosotros) es una hazaña casi suicida.
Hay que tener en cuenta que jamás se paran, y que las normas de circulación de nuestra tierra, aquí no se usan. Se meten en contra dirección, jamás ceden el paso, se incorporan a cruces o rotondas sin mirar... Dado este contexto lo que hacemos nosotros es pararnos en fila de tres [mi hermana, Loren y yo] cual filà * de marcha mora y al grito de: ahora, ¡al centro! iniciamos nuestro peligroso movimiento durante el cual, se me agarra del brazo alguna viejecita que se nos incorpora a la filà al ver nuestra decisión. Entonces yo la suelo coger del codo y la tranquilizo, para que no se preocupe, dominando la situación, vaya. Mucho mejor es cuando vemos a lugareños que también lo intentan y rápidamente nos ponemos detrás de ellos, en este caso se llama comparsa y vamos más tranquilos. Y siempre, siempre con mucha seguridad nos plantamos en el medio de la calle y respiramos  profundamente, pues intentan atropellarnos en todas las direcciones. Seguimos avanzando, dominando el tema y a veces, Loren estira su brazo largo y alto, y les indica que no nos pisen, que vayan por detrás. Y como tiene el brazo en cabestrillo, impone respeto y le hacen mucho caso y el resto de la filà avanzamos con él a su paso. !Rey moro mío! Le falta el puro y la barrigota. Y con semejante tranquilidad de espíritu llegamos al otro lado de la calle, donde todo es risa y alborozo. 
*  Ya sabéis nunca india, sino la del Paquito el Xocolater.

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