domingo, 4 de diciembre de 2011

Sueños de arena




Mi hermana Eva es una soñadora impenitente. Ya de pequeña mis padres  le prohibieron ir al cine porque se creía todo lo que veía. Sabíamos que tenía algo flojo en su cabeza, pero en aquella época no se le dio mayor importancia. De jovencita, seguía soñando. Más de una vez he tenido que ir a buscarla a los lugares más recónditos del planeta porque no quería regresar a casa. La última vez, el percance fue en la India y ya estaba casada con un hindú, cuando llegué yo a recogerla.  
Todos pensamos que había superado esa tendencia ensoñadora cuando tuvo a sus niñas. Creímos que se había vuelto una persona cabal y responsable. De hecho, ya no sentía el impulso de dejarlo todo.
Ahora sus hijas han crecido y hará cosa de un mes me llamó mi sobrina mayor para decirme que no había regresado de su periplo por el desierto del Sahara.
Yo sí la he encontrado, siempre sé seguir su rastro cual un explorador. Conozco sus gustos y motivaciones porque son los míos. Tocamos los tambores, danzamos y aprendemos a entonar la tebraa. No ha hecho falta que me convenciera, me quedo aquí con ella, en el Atlas, junto a la gran duna, tras las huellas de los míticos hombres azules. 




5 comentarios:

  1. Muy bueno, Maga, yo me voy con vosotras.

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  2. Qué bueno poder seguir aquello que nos seduce y nos llama, muy bonito Magdalena.

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  3. Me ha encantado, pero no me voy con vosotras que la arena me molesta, al otro viaje ya.. si acaso.

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  4. Jo, yo también quiero poder irme allí donde deseo. Muy chulo el relato

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  5. El cielo más bonito que he visto en mi vida, fue en el desierto. Pasé una semana durmiendo al raso, bajo una bóveda de estrellas. En Egipto. Inolvidable.
    ¡Buen texto, buen relato!

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