En aquella extraña tienda se prestaba
cualquier producto que uno necesitara con urgencia. Esperaban expuestos en las
estanterías: botes de risas, de abrazos, tarros de luz, de mimos...
Aquel día Amanda ansiaba la luz solar. No
soportaba tener que vivir en un lugar tan frío y triste. La mortecina claridad la convertía en un ser anodino. Necesitaba la
energía de los rayos del sol. Quería pasear y vibrar con los brillantes colores
del verano, que no podía disfrutar. Sentía nostalgia de su tierra, allá en el
lejano sur.
También se llevó la luz de la luna llena
para colgarla de su ventana, por si le apetecía bailar descalza, y la brisa del
mar, para que le acompañara.
Hola¡ Éste es el otro relato tuyo que te comentaba. Ya los tengo localizados¡ Aunque, las coincidencias son muchas más. Me gusta como dotas a los relatos de un poso de melancolía y al tiempo esperanza y magia, mucha magia. De ahí, tu apelativo¡¡ Encantada. Un beso.
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