Sentado en
la escalera escuchaba tu voz a hurtadillas, sin que te dieras cuenta. Le leías
cada noche un fragmento de novela al abuelo.
Tu voz
melodiosa rompía el silencio.
Yo apenas entendía nada de lo que decías y me retiraba pronto
a dormir, arrullado por vuestra
presencia.
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