Su mente se queda en
blanco, deja la lectura del libro que sostiene sobre las piernas, y contempla
el mar, el horizonte y la isla soñada, a la que nunca puede llegar. Siente la
brisa sobre su rostro y su cuerpo cálido. Puede saborear el gusto del aire y la
sal. Paladea el momento, presiente que esto y sólo esto sea la felicidad.
Instantes que se
escapan y que, de alguna manera, quisiera atrapar para que pervivan en su
memoria y no pasen al olvido. Para poder recordarlos, cuando le sea preciso.
De la lista de
relámpagos radiantes que se han deslizado, veloces, por su vida intuye que este
merecería el primer lugar.
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