Me gusta imaginaros en el cuadro del siglo XIX alrededor del
fuego, hilando y narrando historias, como los hilos que vuestras manos sin
descanso tejen. Os recreo como hadas inspiradoras del arte de fabular o como
trovadoras de canciones y romances. Hechizáis a vuestros oyentes con la magia de vuestras palabras, mientras ofrecéis
licores perfumados de hierbas, elaborados con arte en vuestras cocinas, a las
gargantas difíciles de satisfacer. Os demandan cuentos y más relatos para
engañar el transcurso del tiempo. Pasa la noche como un suspiro, llega la
mañana y ahí seguís, cual genuinas hechiceras, venidas de lugares remotos, para
maravillar a la audiencia con vuestras fantásticas leyendas.
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