Desde que se creyó a pies juntillas que la literatura era un
antídoto contra el vacío de la existencia, decidió combatir la insatisfacción y
la trivialidad cotidiana dedicándose a ella. Leía y leía, pero también le daba a la pluma, a la tecla, mejor
dicho. Se afanaba en su cometido, le había entrado la ventolera de ser
escritora y tener una existencia rica y fértil. Intentaba imitar a los grandes
clásicos aunque no encontrara las palabras. Era tal su empeño, su dedicación y
las horas que pasaba frente a la pantalla que sus amigas ya no la llamaban,
apenas salía de casa y se quedó más sola que antes de iniciar su aventura escritora.
Nadie le había dicho que sería un camino de rosas. Finalmente, no queriendo
admitir su derrota, se quedó ciega, pero seguía feliz, inventando historias.
Jo, Maga, qué mala suerte. No es un camino de rosas, desde luego, pero da muchas satisfacciones. Qué conservemos la vista mucho tiempo. Buen micro.
ResponderEliminarPues lo de quedarse ciega es un poco exagerado, pero lo demás no anda desencaminado..., la verdad es que esto engancha y hay que echarle tiempo, bueno lo importante es -como dice tu final-, seguir felices inventando historias. Un abrazo.
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