Era ella, estaba mucho más guapa que cuando os separasteis y te miraba con la cara interrogante, junto a la rosaleda del paseo, al otro lado de la calle, con esa mirada que solo ella sabía poner cuando quería conseguir tu consentimiento para algún capricho. Indudablemente, te quedaste atónito, sin poder entender qué pasaba y no te percataste de que no podías cruzar la avenida sin más, ni de que en ese momento un coche venía hacia ti a tumba abierta.
Fue terrible. Desde el suelo, aún sin entender y sorprendido, la percibiste de otra manera y entonces comprendiste. Era, siempre lo había sido, una persona muy bien educada, y no te extrañó comprobar que había venido una vez más a despedirse. (Texto paralelo)
Malén
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