Iris era ebanista y Mario, orfebre. Se querían desde siempre.
Ella practicaba a escondidas un oficio de hombres.
Él construía sus sueños con filamentos de luna en forma de filigrana. Iris tallaba con pequeñas piezas de maderas de cerezo, ciruelo y naranjo sus cajitas y secreteres. Sus pacientes manos de artesana
las convertían en brillantes obras de arte. Cuando se amaban, los secretos y
las joyas se sellaban eternamente.
Qué chulo Malén, toda una historia en muy pocas palabras y además asentadas sobre unos oficios tan hermosos y, que ya casi están pasando por desgracia al olvido.
ResponderEliminarBella historia. Alguno de esos personajes me recuerdan a alguien... No pero aquél era más prosaico, más terrenal. Besos.
ResponderEliminarNO sé a qué te refieres, Lu.
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