El gato había ocupado su sillón preferido, el orejero, y Geli
no tenía ganas de discutir con él, lo echó hacia un lado y compartieron acomodo
durante un rato. La charla casual con un amigo psiquiatra la había acabado contrariando.
Si se lo pasaba bien con Julieta ¿por qué tenía que hacerla desaparecer de su
vida? Ese metomentodo no tenía ni idea de nada. ¡Bastantes rutinas poseía ya la
vida, como para querer permanecer en ella sin fantasía!
Desde la cocina una llamada la sacó de sus divagaciones:
-¡Querida, ya está lista la cena, ven rápido, que hoy nos
toca sesión de escritura para los amigos de VE!
Julieta, que sabía hacer de todo, era su compañera perfecta,
la cuidaba y le ofrecía argumentos para sus relatos. Lo tenía claro, desoiría
los consejos de su entrometido amigo, pero no abandonaría jamás su constante fuente
de inspiración.
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