domingo, 8 de enero de 2012

Ser feliz con muy poco


Sus hijos pensaban que estaba mal de la cabeza. Que poseía el síndrome de Diógenes. No se lo consentían, pero a él no le importaban sus exabruptos.
Coleccionaba pequeños objetos que la gente perdía por las calles, con especial predilección por las gomas elásticas. Era como un imán que las atraía: gomas de pelo, coleteros, cierres de colores y de rayas, sujetapapeles, botones… Siempre que viajaba, encontraba esas cosas sin valor, se agachaba y las recogía con una sonrisa, como si estuvieran esperándole. Los recuerdos de sus viajes se ceñían a esas pequeñas naderías, que iba encontrando por los lugares donde pasaba.
Con los desechos que el mar arrojaba a la playa, tras una fuerte resaca, hacía una interesante selección que le llevaba días y confeccionaba móviles con ramas secas de árboles y formas retorcidas de metal o de cerámica pulida por la erosión.
Otras veces eran zapatitos perdidos de bebés o gorras o sombrillas. Cuando no se daba cuenta, sus hijos le tiraban todos sus tesoros a la basura. Y empezaba de nuevo incansable…

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