Y nada más existió hasta el
próximo tren. Quería alejarse inmediatamente de aquella maldita ciudad y del sueño irrealizable que tú habías
representado. Tenía que aceptar cómo le habías enredado en toda aquella maraña
de mentiras. Y él te había creído. Salió al andén y paseaba arriba y abajo sin
alzar la cabeza del suelo. En la cartera, bien sujeta en su mano, guardaba las
pruebas que te comprometían. Iba a desenmascararte, no lo dudabas. Pero no lo
vio llegar, ni a ti tampoco. El pequeño empujón lo pilló desprevenido. Seguiste
caminando rápido, como si nada.
Terror en el andén. Muy bueno, Maga.
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