jueves, 24 de noviembre de 2011

Una gran farsa



La tradicional cena de Nochebuena se celebraba, como siempre, en casa de la jefa del clan, mi suegra. No soporto esas falsas celebraciones con parientes políticos a los que no vemos el resto del año y en las que todo el mundo simula con una aparente alegría que nos llevamos maravillosamente bien, cuando en realidad nos despellejamos vivos. Por eso, cuando crucé el umbral y me asaltó como una bofetada el aire consumista del abeto repleto de regalos en el salón, retrocedí sobre mis pasos automáticamente, sin saber muy bien lo que hacía. No podía soportar todo aquello, me asfixiaba tanta hipocresía. Solté las bandejas en las que llevaba una selección de aperitivos carísimos  y salí corriendo como una auténtica enajenada. Aún no he parado de hacerlo. 

1 comentario:

  1. Pues no entiendo el por qué de la desestimación, yo lo encuentro muy bueno. A mí me desestimaron otro que me gustaba. Ni caso, Maga.

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