Mi padre estuvo preso tras la guerra civil en la cárcel de
Alicante, era un republicano convencido y joven, muy joven. Contaba anécdotas que vivió junto a
sus compañeros de celda. Nos hablaba también de Miguel Hernández, prisionero en las mismas fechas. De lo fina y endeble que era la amistad que allí se
fraguaba, dado que unos iban desapareciendo
para ser fusilados y aparecían otros.
Cada vez que tomaba la palabra, nosotros, los pequeños,
enmudecíamos. Ya sabíamos que su voz se iba a quebrar entre sus recuerdos, conforme avanzaba el
relato, para ser sustituida por un llanto desconsolado e interminable.
Triste y hermoso, Maga.
ResponderEliminarEs curioso como estas historias me remueven, quizás porque a mi abuelo no le fusilaron, tan solo le mataron por dentro y nunca quiso hablar de ello a sus hijas... no traen nada bueno esos recuerdos, decía... y a mi es a la que me cuesta perdonar que me "robaran" la vida de mi abuelo.Eva
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