En las enciclopedias de cuando éramos niños se guardaban los aromas
a lápiz y a goma de borrar, a la tinta china que siempre lo manchaba todo; al
plástico de la cartera y del estuche de lápices y a los cuadernos que viajaban
en ella; al bocadillo, que nos
preparaban en casa para el recreo. Entre sus páginas de bordes rizados como los
rulos que ponían a las señoras en la peluquería vivían las ilustraciones de las
células y del cuerpo humano. Los gatos y rumiantes que pastaban tranquilamente,
a sus anchas. Todo un mundo de recuerdos encerrados entre sus páginas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario