Mi amiga Francisca era una persona
sencilla y bondadosa, además de una excelente maestra, pedagoga y cocinera. Su
peculiar mezcla de aborigen isleña -fue la última habitante de la isla de
Cabrera- y neoyorkina de adopción, puesto que había vivido muchos años en dicha
ciudad, hacía de ella una adelantada a su época.
Como gran defensora de la no violencia y
pacifista convencida, imprimía a todo su quehacer diario una pátina que nos
encandilaba y sorprendía. Su gran afición era la naturaleza y siempre andaba de
paseo por las montañas, durmiendo bajo las estrellas las noches de verano. Ella
me enseñó, entre tantas otras cosas, a querer esta tierra y sus
paisajes. Me adoptó como hija cuando llegué a la isla y para mí siempre
fue más que una gran amiga, confidente y compañera.
En su casa de Deià se reunían a cenar en Nochebuena, a parte de
toda su familia, algunas de las personas
que se encontraran solas en esas fechas y que ella, por supuesto, conociera. Siempre
me sorprendía ver cómo individuos tan diferentes y que tan poco tenían en común
como una maestra, un pintor, un carpintero, un poeta o un campesino pudieran encajar
como las piezas de un puzle, departiendo en un festejo inolvidable alrededor de
una buena mesa. Los dulces tradicionales que ella misma preparaba y los platos novedosos con que siempre
nos agasajaba constituían un auténtico regalo para nuestros paladares y
contribuían a que todos nos sintiéramos en familia, aunque nuestras procedencias
fueran tan dispares y lejanas. Las
lenguas que se hablaban y superponían –inglés, mallorquín y castellano–, así como los temas de charla comunes -libros, política, cultivo de la tierra o cualquier otra intrascendencia- ofrecían un amplio
abanico de posibilidades para que nadie se sintiera marginado y para que
siempre, siempre, fueran unas veladas muy originales y animadas.
Cada vez,cada día era Navidad en casa de Francisca y su libro es el mejor regalo que nos ha dejado.Hemos de escribir más sobre ella y la magia de su forma de vivir y su casa puertas abiertas , que era como quien abre un gran corazón y allí cabíamos todos y todos nos sentimos queridos por igual y a todos nos hacía sentirnos importantes.Esa generosidad era única, sólo ella sabía hacerlo, aunque algo se nos ha pegado¿no? Besos matineros.
ResponderEliminarNo tengo ninguna foto de ella para escanearla y ponerla, a ver si tú tienes alguna. Besos.
ResponderEliminarTener las tengo, ahora falta encontrarlas.Ya lo miro.
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