Había llevado una vida de película: hija de padres valencianos refugiados de la guerra civil en Rusia. Allí, dada su habilidad innata para la ingeniería, fue preparada desde muy joven para dedicarse al espionaje. Su especialidad: los sabotajes informáticos, además del virtuosismo con el clarinete. Múltiples maridos y amantes, como toda buena espía que se precie. Su "savoir faire" le había abierto las puertas de los más altos dignatarios políticos y palacios reales. Aunque tras el aura de niña rubia, guapa y etérea, que encandilaba al más poderoso, se escondía una implacable mujer de ideas muy claras.
Tras la caída del muro de Berlín y el final de la guerra fría, dado que ya no necesitaban sus servicios, decidió regresar a la tierra de sus padres, abandonando Londres, ciudad base desde la que había operado durante mucho tiempo. Su nombre “Sun” explicaba el odio que sentía hacia los países fríos, en los que le había tocado vivir y sus ganas de instalarse en un lugar luminoso y caliente, desde el que pudiera seguir haciendo trabajitos por su cuenta, cuando la ocasión lo requiriese. Su afición a la auténtica porcelana, al té con pastas de las cinco, al bridge, al rosbif y a los trabajos de patchwork también provenía de su etapa británica. Y la compartía gustosamente en las tertulias a las que invitaba a sus nuevas amigas valencianas: Geli, Eulalia, Lucrecia, y Amparo. A través de ellas y de los diarios, se fue enterando de los entresijos de la política autonómica valenciana.
Dado que no necesitaba trabajar debido a sus rentas, Sun decidió distraerse con lo que mejor sabía hacer: el entramado informático. Era una hacker de la antigua escuela, de cuando aún no se había inventado dicha palabreja. Ningún secreto estaba a buen recaudo ante su privilegiada mente.
De una manera totalmente inusual fueron saliendo a la luz pública: las facturas de los manidos trajes del presidente Camps y sus abusos de poder, los negocios del expresidente Fabra y, a día de hoy, los montajes de la empresa Noós y tantos otros… Nadie podía entender que todos aquellos archivos infranqueables aparecieran liberados en correos anónimos en la Dirección General de Seguridad y en las redacciones de los principales periódicos. Los responsables policiales de delitos informáticos y financieros no conseguían rastrear su origen. Sun disfrutaba con sus pequeñas perversidades, la revitalizaban y la hacían sentir importante; además -pensaba- todos ellos se lo merecían.
Pero aquí no acaba la historia, por desgracia, Sun tendría que seguir combatiendo y mucho hasta eliminar definitivamente la corrupción de la política valenciana y estatal.
Pero eso lo contaremos en entregas sucesivas.
* N.A.
Tal vez la trama histórica no coincida en tiempo real con la edad que se supone que tiene la protagonista, pero quien haya leído "Dime quién eres" se dará cuenta de esos desfases entre tiempo real e histórico.
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Tal vez la trama histórica no coincida en tiempo real con la edad que se supone que tiene la protagonista, pero quien haya leído "Dime quién eres" se dará cuenta de esos desfases entre tiempo real e histórico.
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