Ojalá se pudieran escribir libros de todas las vidas y pudiéramos elegir uno para hacerlo nuestro. Con buena y pautada letra, como las de antes y lleno de aventuras, colores, viajes, amistad y sabiduría.
Cogeríamos un texto de aquí y otro fragmento de allá hasta
que nos satisficiera al completo. Iríamos relatando nuestra propia vida de
libro, alejándonos de la realidad, como en un maravilloso sueño. Un día
seríamos una nómada del desierto vestida de azul cobalto, y al siguiente, una sesuda
detective de crímenes irresolubles, que ella sí sabría solucionar. En otra página, una heroína libertaria, y al momento una escaladora que
combate el frío, la insolación y el mal de altura, sin apenas despeinarse. Seríamos
amantes del baile y de la danza, a la que dedicaríamos trasnochadas veladas,
sin jaquecas incorporadas. Creeríamos en el amor y en las historias románticas
a ratos, para acto seguido, transformarnos en perversas y descreídas femmes
fatales.
La diversión estaría garantizada y esto es lo que nos sucede con
las historias que nos cuentan los libros, vidas que vivimos, mundos soñados que nos pertenecen al hacerlos nuestros, imaginándolos.
Muy bonito, me encanta cómo plasmas tus pensamientos y sensaciones. A mí no me salen así los relatos.
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