Sabía
que se podían escuchar voces que susurraban palabras solo con acercártela al oído.
Lo narraban los marinos. El día en que por fin encontró una caracola abandonada
en la orilla, miró al horizonte y comprendió que le estaba predestinada.
Procedía de tiempos muy lejanos y una música atenuada salía de su interior. Bellas voces cantaban acompañadas
del laúd, el rabel y el tambor.
La
puso junto a su boca y entonó una melodía como solo saben hacerlo las sirenas; al acabar, la sumergió
de nuevo en el mar para que siguiera fluyendo la sabiduría.
Muy bello, no le veo ninguna pega.
ResponderEliminarNi yo, es precioso, Malén.
ResponderEliminarPrecioso, pero me gusta más el otro.
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