Llevaba la faja puesta día y noche, le llegaba hasta el pecho y se veía como un figurín. No podía vivir sin ella, constantemente admiraba su figura de top-model y se sentía feliz. Ni siquiera se la quitaba para dormir, quería estar guapa a todas horas. La cuidaba como a su propia piel, se duchaba con ella, la hidrataba y la secaba con mucho mimo y cuidado.
El día en que la vio algo ajada, se la quiso sacar y no supo prever sus nefastas consecuencias: se ahogó entre sus propias y resentidas carnes.
Ayyy, ese afán por querer ser lo que no se es. Buen micro, Malén!!
ResponderEliminarJo, Maga, qué triste. Buen relato.
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