Me asomo a la ventana.
Estoy triste, desanimada,
y miro por ella.
Sin darme cuenta,
empieza la magia.
La cocina se llena
de aromas de naranja y limón.
Oigo el rumor del agua
que salta por las piedras del cauce:
son los torrentes.
Escucho el trino de los pájaros
que, de árbol en árbol,
entra por ella.
Mis ojos tropiezan
y se quedan secuestrados
en lo alto de la montaña.
Como un gran águila vuelan
y sobrevuelan esas historias funestas,
cotidianas, de constantes desvelos.
Me embeleso.
Fantaseo y sueño.
La naturaleza me abraza.
Ya he olvidado la comida
que tengo en el fuego.
Y respiro feliz de saberme
tan cándida y despistada.
¡Qué gran suerte tengo
con esta ventana!
Estoy de acuerdo....que gran suerte tener esa ventana.
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