miércoles, 3 de febrero de 2021

Florecilla silvestre




Dibujo préstamo de Nil Valbuena

Aunque eras muy coqueta y presumida, solo necesitabas encontrarte tú mona a ti misma, para salir y lanzarte a la calle. Muchos colorines, collares y abalorios siempre, –generalmente hechos por ti–, flores y pañuelos. Eras la reina del mambo, pues la música de todo lo que llevabas colgando acompañaba tus andares. Nada pegaba con nada, ni nada más alejado del ir conjuntada. Era tu propio estilo. Te importaba un bledo que la gente te mirase. Con los años fuiste acentuando esa tendencia de moda y pasotismo. Yo me moría de la risa literalmente, cuando paseaba contigo y tus estrafalarias vestimentas.  Además del gusto por los disfraces. Te disfrazabas siempre que ibas a contarles cuentos a los peques del cole y cuando ibas a la biblioteca a hacer una presentación o cuando te daba la gana. Hacías tuyo el "antes muerta que sencilla" de la canción, sin proponértelo, con la cabeza bien alta. Te ponías una bata de flores, de ama de casa cualquiera, encima de los pantalones, un sombrerito para que no faltara detalle y ya estabas lista.

–Pero... ¿sales así? ¿No te cambias? –le preguntaba yo atónita.

–¿Es que no te gusto, Mari?

–¡Cómo no me vas a gustar, anda, qué cosas tienes! –le contestaba, agarrándola del brazo como buenas amigas. Eres muy moderna y extravagante. ¡Vas divina!

Yo alucinaba colorines con ella. Tal vez se reflejaban en mí todos los que ella llevaba encima. Me alegrabas la vida.

Te echo de menos, amiga. 







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