jueves, 19 de noviembre de 2020

Mundo de sueños


                                                              El mundo de los sueños, 1876. Laura Epps


La luz que entra por la ventana de la sala se refleja blanquísima sobre el mandil y la cofia que lleva la niñera de la casa, pero ella no se despierta, está terriblemente cansada tras su jornada laboral.

Asear a las niñas, cepillarles el pelo, preparar la ropa, vestirlas y darles el desayuno. Atender a sus berrinches para que no molesten a sus padres mientras están en su estudio, recoger los juegos y sus ropas, acompañarlas en todo momento y cuidar también de la casa es estar todo el día ajetreada, sin parar ni un minuto. Lady Laura la quiere siempre bien dispuesta y arreglada, le regala trajes y adornos para que parezca una más de la familia. A los señores les gusta guardar las formas. Así que, en un momento de tranquilidad, cuando toda la familia al completo ha marchado a la calle de paseo y ella se ve liberada por un rato de sus fatigas, se sienta para leer un texto de la gran Biblia familiar ilustrada, porque ella es una persona de letras y, al poco, cae vencida por el sueño tras unos párpados pesados que no pueden competir con la fuerza de la gravedad. Su cuerpo, pleno de laxitud, se recuesta sobre el gran libro y el mundo de los sueños la abraza.

Sueña que está en una de las veladas artísticas e intelectuales que organiza su señora, pero no como niñera, sino como invitada. Es una bella dama que interpreta al piano una divertida cancioncilla popular reivindicativa. Y tal y como dice la letra de la tonada, ella no quiere ser esposa de nadie ni perder su apellido por el de su marido. Le gusta su nombre y está con él muy satisfecha: Iris Stansfield. Quiere ser concertista, ir al Conservatorio y estudiar Musicología en la universidad de Londres, que ha sido la primera del Reino Unido en admitir a mujeres, lejos del ambiente clasista y elitista de Oxford y Cambridge. Iris es sufragista, lo necesita tanto como el aire que respira. Aboga por la igualdad de las mujeres y los hombres. Quiere que, de una vez por todas, se reconozca la voz de ellas tanto como la de ellos. En un orden dominado por los hombres, el sufragio femenino es un derecho humano universal…Y mientras está en el mitin, soñando en un mundo más equitativo y mejor, oye a lo lejos unas voces infantiles que, conforme se aproximan, la van devolviendo a su triste realidad. Se despereza, se mira en el espejo y se recompone el cabello antes de que aparezcan. No importa cuándo, se anima esbozando una sonrisa, sabe que lo conseguirán.

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