La rosa que acababa de
descubrir bien centrada en su nalga derecha no podía augurar nada bueno, le
anunciaba la llegada de una primavera plagada de virus de rubeola, varicela y
demás, que a ella se le manifestaba en la forma de un herpes magnífico. Harta
de enfadarse consigo misma y con el mundo, y dada su original ubicación, se
sacudió la vergüenza y buscó un jardinero.
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