Jumeirah Port de Sóller, 29 de
septiembre
Caspar David Friedrich
Querida mía:
El día se alarga en esta costa
acantilada del oeste de la isla como racimos de uva madura que no quiere ser recogida; del mismo modo, el sol
no desea despedirse del verano. La atmósfera continúa cálida y el mar, siempre
presente allá donde mires, le hace guiños al astro solar, incitándome también
al baño. Es tiempo de membrillos y manzanas reinetas. Es tiempo de vendimia, de
catar juntos los mejores caldos. Septiembre.
Y yo estoy sin ti, en este trozo de paraíso mediterráneo que se llama Mallorca.
Y te quiero saborear, aunque estés lejos, con mi nostalgia.
Esta mañana, contemplaba el
paisaje desde aquí, donde cielo y mar se unen entre aroma de pinos, y me he sentido tan atrapado que no he podido hacer
nada más. Lo miraba por los dos, pensando que este valle es uno de los lugares
más bellos del mundo y echándote de menos. Tu risa cantarina sería el mejor
regalo para mis oídos y tu presencia, para mis viejos huesos. No ha podido ser
y me conformo. Aún así, te lo describo porque sé que te encanta y mi vista es también
la tuya, y te cuento y te cuento para
que luego tú imagines, con los ojos de los sueños, los mejores relatos. Dominan el verde, el blanco y el azul. Cielo limpio y nubes de algodón,
como a ti te gustan, recién estrenado un nuevo día. Tú descubrirías navíos que
surcan mares y continentes remotos; piratas que trepan por el velamen y
caballeros que rescatan damas en torres vigías suspendidas sobre acantilados
imposibles. Y nubes que representan formas de ancianas bondadosas y que pasan
veloces porque las reclaman en sus lejanos cuentos.
Al
atardecer las montañas se tornan rojizas y he creído reconocer la luz cálida del
ambiente de los largos días de estío, que tú transformarías en imágenes de
caravanas cruzando desiertos dorados como el color de los albaricoques o el de las
arenas, o como los últimos rayos de este sol que ya se oculta tras el horizonte
marino, dándose un único y majestuoso baño. Y yo te cruzo a ti, y tu
piel es terciopelo cálido con sabor a melocotón maduro. Y quiero sumergirme contigo en aguas atestadas
de sirenas y descubrir para ti, tesoros e islas desiertas. Y te codicio así, soñadora y valiente; libre y espontánea
como las palabras que se ocultan en tus labios y que yo descubro y relamo a
placer sin pedirte permiso.
Después
de tantos años juntos, creo que me atrevo a proclamar a los cuatro vientos que
eres la hechicera de mi vida, mi protectora, mi estrella polar, mi faro… La magia de tus relatos me hace mejor
persona, me quita miedos y pesadillas. Eres, sin duda, el mejor destino soñado
nunca, el paisaje más plácido y ya sabes… que mis ojos son tuyos y mis médulas,
como diría Quevedo, también.
Tu fiel contemplador, amante y compañero
Nota: texto escrito en alfabeto braille
Un texto cargado de sensaciones, de imágenes, para leer sin ojos, con ojos, pero siempre con el corazón.
ResponderEliminarTus letras siempre merecen la pena.
Enhorabuena.
Gracias, Yolanda.
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