Un miedo irracional la invadía cada vez que tomaba el metro, así que procuraba evitarlo. Aquel submundo en las entrañas de la tierra poseía una red urbana de pasadizos, galerías, pisos y niveles que constituía por sí solo otra entidad paralela a la exterior. Cualquier día se derrumbaría todo ese entramado y quedarían atrapados en él. Fantaseaba con su claustrofobia. Sin embargo hoy, la atmósfera del vagón era diferente, como salada y marina. Daba gusto respirar profundamente sin inspirar ese tufo tan característico de los metropolitanos. Parecía el aire de los paseos junto a la playa, sentía los pies frescos y una suave brisa allende los mares envolvió a los extrañados y curiosos pasajeros.
Decidió aprovechar el viaje. Se quitó la ropa, los zapatos y se dedicó, sencillamente, a disfrutarlo.
Este micro me viene como anillo al dedo, acabo de regresar de mis paseos por la playa, directamente a mis paseos por los pasillos del metro.
ResponderEliminarEspero no confundirme y desnudarme, como la protagonista.
Saludos