Hacíamos cola para entrar en la tienda especializada en verduras y frutas de la isla. Íbamos todos armados de guantes y mascarilla. Solo diez clientes. Cuando sale uno entra otro. Yo me había quitado la chaqueta y la había dejado en el coche. La mascarilla me da mucho calor y me empaña las gafas. A mí me gusta esta tienda porque trabajan antiguas alumnas que me saludan por mi nombre y yo siempre les digo una tontería para quitar dramatismo a su trabajo y a nuestras vidas. Pues bien, no tenía suficientes brazos para todo lo que he ido cogiendo y, a la hora de pagar, me he dado cuenta de que el dinero estaba en un bolsillo de la chaqueta. He dejado la compra en un lado y les he dicho que enseguida traía lo que faltaba, que lo tenía en el coche. Y en el momento de salir por la puerta que comunicaba con el exterior, donde ya había una cola considerable, del interior de uno de los carros una voz conocida y atronadora ha gritado cuando me ha visto:
-¡Yayaaaaaaaaaa!!
Yo, qué no daba crédito detrás de mi mascarilla, he respondido al grito con un :
- ¡Hola, corazón, mi niña! ¡Cuántísimo tiempo sin verte, cariño, guapa!
He guardado las distancias establecidas por ley y no la he tocado, ni siquiera me he acercado demasiado, pero le he dicho a mi nieta de tres años:
-Te voy a dar un mordisquito cuando pueda. Y te contaré el cuento de Vega.
Ella se reía como una loca y me llamaba todo el rato. Ha sucedido muy rápido.No he llorado, cosa rara en mí, porque la sorpresa y la alegría han sido superiores a la emoción y a la llantina.
Ella se reía como una loca y me llamaba todo el rato. Ha sucedido muy rápido.No he llorado, cosa rara en mí, porque la sorpresa y la alegría han sido superiores a la emoción y a la llantina.
Hoy, sin duda, ha sido el día más feliz y mágico de mi cuarentena.
A todas las abuelas, alejadas forzosamente de la alegría de sus niet@s
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