Sirena de Anna Varella
No tengo playa donde vivo, solo un puerto de refugio, que es una pequeña entrada en la Serra de Tramuntana.
Hay en él, un rincón donde me gusta ir a nadar. Aflora el agua dulce entre las piedras submarinas. Son fuentes del agua muy fría que se mezcla con la del mar. Así que siempre está fresco. Un placer de las diosas.
Me gusta llegar pronto, cuando aún no se han levantado los turistas y los barcos duermen todavía.Tan pronto por la mañana y tan vacío que parece una gran balsa para mí sola, un safareig, como dicen por estos lares. Solo me acompañan los patos.
Floto y mi cuerpo no pesa, ingrávido, y me separo de mí misma y de los dolores, problemas e insatisfacciones. Respiro profundamente y desaparezco y me reconozco formando parte del cielo y del mar como si fuera otra especie de ser vivo de este pedazo de paraíso, o al menos así lo siento. Me cobijan cielo y mar. Y creo que esto debe ser la felicidad. Y me regocijo durante un rato largo flotando y disfrutando mar adentro. Sobrevuelo con mis aletas las praderas de posidonias y miro cómo nadan tranquilos los peces. Me gusta observar la vida tras mis gafas de bucear. Y alejo de mi pensamiento la muerte.
Y al cabo de un par de horas, el placer se termina. La dicha es breve. La playa se va llenando de gente y los barcos empiezan a molestar con el ruido atronador de sus motores. El sol ya quema. Y entonces yo me despido hasta el día siguiente.
Qué alegría que siga ahí ese rincón, inmutable ��Y que tú sigas disfrutándolo ��������
ResponderEliminarSí, que suerte!!
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