Cuando digo “mi nieta” se me llena la boca orgullosa
de nubes blancas y vaporosas, de tanta ternura que no sé dónde esconderme para
que no se me escape esta dicha inmerecida. Y allí está ella, que me llama
¡yaya! para que la acompañe. Y me da la manita, dando saltitos o caminando de
puntillas, para bailar o imitar los sonidos que hacen los animales o jugar llena de inocencia
con sus cuentos y su cara de pilla y de rizos y esos ojos que te alegran la
vida cada vez que te miran. Y no sabes qué hacer con tanta felicidad.
A disfrutarla mucha; es preciosa, seguro que ambas aprenderéis muchas cosas buenas una de la otra.
ResponderEliminarMuchas gracias, Yolanda. La estoy disfrutando cada día. Es precioso!!
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