martes, 23 de febrero de 2016

Mágica rehabilitación



Para Nuri, Esperanza, Lucas, Antonia, Elena, Magda, MªAngels, Daniela, Antonia, Ana y tantas más… que han hecho  que brille el sol un ratito cada tarde.


(La fisioterapeuta te da la hora según el número de pacientes y la adecuación y conveniencia de tu horario).

A las cuatro de la tarde coincidíamos un nutrido grupo de mujeres y Nuria nos repartía entre las diferentes máquinas de nombres impronunciables. Algunas no nos conocíamos, o  solamente de vernos por la calle. Es lo que tiene vivir en un pueblo, que casi siempre te pones a hablar y aparecen amigos comunes. Después coincidíamos en un corro de sillas alrededor de las TENS donde nos iba enchufando veinte minutos a cada una  y donde todas nos mirábamos las caras. Solo faltaba la mesa camilla.
Una vez contadas nuestras diferentes operaciones, accidentes y males, hablábamos de  temas comunes  y cuando ya fuimos cogiendo confianza, cada una explicaba algo de su vida.
Y empezaba la reunión, que al pasar los días más bien parecía una terapia de grupo, e incluso a veces una sesión de risoterapia.
Los días que nos reíamos como locas venía el enfermero desde su puesto vigía a la entrada de la clínica, Lucas, a mandarnos callar. Y entonces nos entraba más risa, como cuando estás en un entierro y no te puedes reír y disimulas  y casi te lo haces encima aunque esté  muy mal decirlo. Los tabiques que separaban las consultas eran tan finos que molestábamos a la psicóloga, que nos oía a nosotras mejor que a sus pacientes.
No sé si la rehabilitación, sinceramente,  nos servía para algo, en eso somos un poco escépticas, pero nuestros huesos sí salían más rijosos y nuestra visión de la vida, más placentera. Es estupendo reír porque sí. Mujeres tales como empleadas del hogar, jubiladas, restauradoras y comerciantes, nos sentíamos unidas en nuestro infortunio y convertíamos las penas en chistes. La vida se complica tanto y es a veces tan brutal, que encontrar personas con las que poder charlar y reírte un rato se convierte en un bien precioso. Es un freno en nuestra desenfrenada vida.
Algunos días aparecíamos  con una coca dulce para hacer una merienda comunitaria y, en ese momento, nos importaban bien poco nuestros males y nos levantábamos prestas a ayudar con las servilletas, los vasos y lo que fuera… que colocábamos encima de una mesa rehabilitadora multiusos/multifunciones que nadie nunca utilizaba.
Cuando nuestra fisio, Nuria,  nos decía: ya acabas, Antonia, creo que terminas hoy. La susodicha nos miraba compungida y contestaba:  bueno, pero ya sabes que volveré a ir al trauma porque aún no me encuentro bien.
Y nuestro pequeño círculo ensanchaba una amplia sonrisa de complicidad, y respiraba tranquilo y aliviado, pues ya sabíamos que esas eran las palabras mágicas para continuar viéndonos cada tarde un ratito sin importancia, que apenas restaba en nuestro quehacer cotidiano, sino que al contrario, sumaba mucho, muchísimo, en cada una de nuestras atrotinadas vidas.
Gracias, muchas gracias.


Malén Carrillo

2 comentarios:

  1. ¨La vida se complica tanto y es a veces tan brutal, que encontrar personas con las que poder charlar y reírte un rato se convierte en un bien precioso. Es un freno en nuestra desenfrenada vida.¨
    Precioso testimonio

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