Para Nuri, Esperanza,
Lucas, Antonia, Elena, Magda, MªAngels, Daniela, Antonia, Ana y tantas más… que han
hecho que brille el sol un ratito cada
tarde.
(La fisioterapeuta te da la hora según el número de pacientes
y la adecuación y conveniencia de tu horario).
A las cuatro de la tarde coincidíamos un nutrido grupo de
mujeres y Nuria nos repartía entre las diferentes máquinas de nombres
impronunciables. Algunas no nos conocíamos, o solamente de vernos por la calle. Es lo que
tiene vivir en un pueblo, que casi siempre te pones a hablar y aparecen amigos
comunes. Después coincidíamos en un corro de sillas alrededor de las TENS donde
nos iba enchufando veinte minutos a cada una
y donde todas nos mirábamos las caras. Solo faltaba la mesa camilla.
Una vez contadas nuestras diferentes operaciones, accidentes y
males, hablábamos de temas comunes y cuando ya fuimos cogiendo confianza, cada
una explicaba algo de su vida.
Y empezaba la reunión, que al pasar los días más bien parecía
una terapia de grupo, e incluso a veces una sesión de risoterapia.
Los días que nos reíamos como locas venía el enfermero desde
su puesto vigía a la entrada de la clínica, Lucas, a mandarnos callar. Y
entonces nos entraba más risa, como cuando estás en un entierro y no te puedes
reír y disimulas y casi te lo haces
encima aunque esté muy mal decirlo. Los
tabiques que separaban las consultas eran tan finos que molestábamos a la
psicóloga, que nos oía a nosotras mejor que a sus pacientes.
No sé si la rehabilitación, sinceramente, nos servía para algo, en eso somos un poco escépticas, pero nuestros huesos sí salían más rijosos y nuestra visión de la vida,
más placentera. Es estupendo reír porque sí. Mujeres tales como empleadas del
hogar, jubiladas, restauradoras y comerciantes, nos sentíamos unidas en nuestro
infortunio y convertíamos las penas en chistes. La vida se complica tanto y es
a veces tan brutal, que encontrar personas con las que poder charlar y reírte
un rato se convierte en un bien precioso. Es un freno en nuestra
desenfrenada vida.
Algunos días aparecíamos con una coca dulce para hacer una merienda
comunitaria y, en ese momento, nos importaban bien poco nuestros males y nos
levantábamos prestas a ayudar con las servilletas, los vasos y lo que fuera…
que colocábamos encima de una mesa rehabilitadora multiusos/multifunciones que
nadie nunca utilizaba.
Cuando nuestra fisio, Nuria,
nos decía: ya acabas, Antonia, creo que terminas hoy. La susodicha nos
miraba compungida y contestaba: bueno,
pero ya sabes que volveré a ir al trauma porque aún no me encuentro bien.
Y nuestro pequeño círculo ensanchaba una amplia sonrisa de
complicidad, y respiraba tranquilo y aliviado, pues ya sabíamos que esas eran
las palabras mágicas para continuar viéndonos cada tarde un ratito sin
importancia, que apenas restaba en nuestro quehacer cotidiano, sino que al
contrario, sumaba mucho, muchísimo, en cada una de nuestras atrotinadas vidas.
Gracias, muchas gracias.
Malén Carrillo
¨La vida se complica tanto y es a veces tan brutal, que encontrar personas con las que poder charlar y reírte un rato se convierte en un bien precioso. Es un freno en nuestra desenfrenada vida.¨
ResponderEliminarPrecioso testimonio
Un abrazo!
Eliminar