Sueño reparador
Se estremeció. No era consciente de que la madrugada entraba por la ventana abierta, y se arrebujó sola entre las sábanas de hilo con puntillas que su madre le había bordado. Se las llevó hasta la nariz. Le encantaba su tacto y su aroma, fresco y suave. La devolvía a las orillas de ese mar del que tan poco podía disfrutar. La espuma le curaba las heridas invisibles. Se sentía sirena y náufraga, pirata y aventurera capaz de cualquier hazaña. Sus sueños se poblaban de lances y grandes barcos de vela, mientras la ingravidez se adueñaba sin permiso de su cuerpo y las olas la acunaban. Todo era de color azul turquesa. Se iniciaba el verano.
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