Harta de que no la dejaran gozar desnuda en la
naturaleza, cogió un trozo de prado verde y se hizo con él un vestido. Su
cuerpo olía a frescor matutino. Los pájaros, el cielo y el aroma de las plantas silvestres seguirían haciéndole compañía, mudos y omnipresentes. El viento era un susurro de chal transparente.
Un sinnúmero de manos la rodeaban y acariciaban. Pensaba que todo era un gran sueño y, por si acaso, ni se movía ni respiraba, para que no se desvanecieran las múltiples sensaciones placenteras con el despertar. Las manos bromeaban con su cuerpo convirtiéndolo en estatua o en ave de grandes alas. Eran manos amigas, que la apoyaban y mimaban como si su único objetivo fuera hacerla gozar.
¡Qué bellos relatos, Maga! Las fotos son muy buenas también. Felicidades y un abrazo.
ResponderEliminarAquí sigo dando una vuelta por tu blog, estas fotos son preciosas, no conocía a esta artista y es un placer, junto con leer los textos que las acompañan.
ResponderEliminarTe felicito.
Gracias, amigas!!
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