Te habías instalado a escribir con la vieja máquina del
abuelo en el jardín, en un rincón idílico junto al sendero de entrada a la
casa; así los ruidos no te molestaban. Nos hablabas de ellos constantemente, pero
nunca habíamos tenido la oportunidad de verlos. En tus cuentos infantiles aparecían extraños seres fantásticos de los que captan la atención de los lectores más pequeños. Y creíamos que también ellos eran fruto de tu imaginación. Una tarde que tú
habías bajado al pueblo, los vi. Allí
estaban, junto a las páginas escritas, aguardando que continuaras tus relatos para hacerte compañía y susurrarte historias secretas. Eran
azules, como sus trinos.
Muy chulo, la foto preciosa. Me gusta la frase final: "eran azules, como sus trinos"
ResponderEliminarLa foto la colgué en VE. pero ahora se ven poco las cosas que ponemos.
ResponderEliminarPrecioso, Malén. Yo también quiero que me visiten esos pajarillos azules y me susurren al oído preciosas historias que plasmar en el papel.
ResponderEliminarNo estamos locos, solo escribimos lo que vemos y percibimos aunque el resto de la gente no nos entienda. Preciosa y sugerente la fotografía de esta entrada, visito este jardín por vez primera y creo que no será la última.
ResponderEliminarSaludos desde Tenerife y te invito a conocer mis historias.
http://gofioconmiel.blogspot.com.es/
Gracias, Gloria, ya soy fiel seguidora.
EliminarPrecioso relato y preciosa foto también. Un abrazo, Mag.
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